martes, noviembre 08, 2005

I - Comienzos Parte III

El diminuto reloj despertador de mi cuarto marcaba las dos y media del mediodía. Habían pasado un par de horas desde la llamada de Jorge, y los medios de comunicación continuaban con el hecho más transcendente de todo nuestra historia. Nunca una noticia había sido tan cruelmente fresca. Los comunicados de última hora llegaban a las redacciones como lluvia caída de un cielo de tormenta. Todos hablaban de lo mismo, incluso los titulares variaban bien poco. Frases como: "Nuevo ataque en...", "Nueva ciudad atacada","Ataque terrorista en...". No eran muy imaginativos, pero su brevedad y contundencia acrecentaban el ambiente de pánico. En aquel momento ya eran doce las ciudades afectadas en todo el mundo. Aunque en cierta medida me sentía seguro en aquel apartado lugar, no podía evitar la sensación de que en cualquier momento, con el paso de un segundo, seríamos los siguientes.
Una serie de pitidos avisando de la llegada de un mensaje al teléfono, consiguieron sobresaltarme. Cogí el aparato con cierto enfado y mire nuevamente a la pantalla.
- ¡Siete mensajes! - Exclame a modo de reprimenda.
Comencé a leerlos uno a uno, no decían nada nuevo, nada que reseñar, eran simples avisos de lo que había ocurrido, y alguno de ellos tan obsoletos que marcaba como tres o ocho el numero de ataques.
Lancé el móvil contra el colchón, sin ganas de contestar a los mensajes, y en el preciso momento que me sentaba nuevamente en la cama el dichoso aparato empezó a canturrear su alegre melodía.
- No puede ser, no pudo llegar tan rápido. - Daba por hecho que la llamada procedía de Jorge y en un segundo me sobresaltaron mil dudas, hasta convencerme de que solo podía ser una mala noticia.
Reacio pero inmerso en la curiosidad, abrí la llamada.
- ¿Jorge?
- Breixo, soy...Breixo, no puedo hablar, Breixo...
- ¿Si?, ¿Ola?... - Desesperado, con el corazón al ritmo de timbales, continué hablando, pero ya no había nadie al otro lado, la llamada había desaparecido segundos antes.
La voz sonaba temblorosa, ahogada por el terror y en un principio no pude reconocerla, pero segundos después miles de viejos recuerdos me invadieron por completo.
- ¿Carla?
Su voz resonaba una y otra vez en mi cabeza, entremezclándose con los recuerdos. Frases casi olvidadas regresaban a mi como olas gigantes, convenciéndome de que era su voz, aquella que tanto me hizo soñar con su timbre meloso y delicado.
Hacía años que no sabía de ella, mis últimas noticias por aquel entonces eran que había decidió trasladar su vida a Londres, pero no nos llamábamos, desde hacía dos años ya nunca nos llamábamos.
Antes las cosas eran diferentes, hubo un tiempo en el que llegamos a estar muy unidos, tanto que aun recuerdo aquellos besos en las noches de verano, aquellos susurros nacidos de los sentimientos más profundos, aquellas miradas resplandecientes y tantas otras imágenes que nunca he conseguido borrar de mi mente.
He olvidado a tantas en el camino, pero a ella nunca, por mas que lo intente a lo largo de mi vida, nunca pude evitar recordarla cada día.
Nuevamente lloró mi corazón, sus palabras habían sonado a despedida y no podía soportar tal regalo del destino.
Entre lágrimas, imágenes de televisión y el ferviente deseo de abrazarla me quede dormido. Demasiadas emociones en pocas horas acabaron por agotarme.
En mis sueños apareció, radiante, más viva que nunca, y desde aquel preciso instante desee con todas mis fuerzas que fuera real.

domingo, noviembre 06, 2005

I- Comienzos Parte II

La periodista de los informativos, a pesar de su obligada frialdad, no podía disimular un pavor del que me hacía cómplice. Sin saber el porque, sentía que todo el mundo era participe de la misma emoción y que el miedo se apoderaba de la humanidad como una pandemia incontrolable.
Por un momento tuve el pulo de apagar cualquier medio de comunicación, empezando por la televisión, pero mi curiosidad y empatía no me lo permitían de ningún modo. Me senté en la cama y en silencio empecé a recordar las tragedias del pasado y a imaginarme un desalentador futuro.
Cualquier 11-S, cualquier bombardeo en Irak, Afganistán, Somalia, o en algún otro olvidado lugar, cualquiera de los hechos más rastreros y crueles de la historia, se quedaban a años luz de lo que estaba sucediendo.
Era el fin, y aunque rebosante de gritos y lamentos, la única respuesta que tenía era el silencio.
El teléfono móvil comenzó a sonar, la alegre melodía invadió mi cuarto. ¡Cuantas veces la había escuchado sin pensar en ella! pero ahora se había convertido en un sonido esperanzador, lleno de vida. Dubitativo mire hacia el, en la pantalla se dibujaba el nombre de Jorge, un viejo amigo al que no había visto en meses debido a que por aquel entonces cursaba estudios en la universidad de Lugo.
Guiado por mi necesidad imperiosa de comunicarme, pulse el botón de llamada y comencé a hablar.
- Hola Jorge.
- Hola tío, joder. ¿Te has enterado?
- Si, lo estoy viendo en las noticias.
Su voz, muy al contrario de la mía, sonaba alterada, nerviosa, con pequeños destellos de ira. Llevábamos años hablando de cómo caminaba el mundo y a donde nos llevarían sus pasos. Los dos estábamos de acuerdo en que las cosas no rematarían bien, y que pronto nos veríamos envueltos en la mas cruel de las guerras. Que poco nos habíamos equivocado. Incluso, en alguna ocasión, cuando el alcohol lo permitía, discutíamos sobre la fecha exacta del acontecimiento. Ahora puedo decir que ninguno de los consiguió acertar, la respuesta apareció más temprano de lo esperado.
- Dicen que no salgamos de casa, que puede haber mas ataques – afirme con cierta desesperación.
- ¿Y que cojones vamos a hacer?, ¿Quedarnos y esperar a que nos toque?
- No veo otra solución.
- Vamos Breixo, ¿Le vas a hacer caso a eses hijos de puta?
- ¿Y que quieres que haga? – pregunte alterado.
- Voy para allá.
- ¿Qué?
- Ahora mismo me marcho para Ferrol.
- Pero, deberías…
- ¡A la mierda!, no pienso encerrarme en estas cuatro paredes y esperar como una vaca en el matadero.
- Dicen que…
- Dicen que, ordenan que… ¡ya estoy arto! Esta tarde, cuando llegue te llamo, avisa a la peña, tenemos que pensar algo.
- Pe…pero…
- Venga hasta la tarde.
Un leve clic cerró la conversación. Incrédulo, permanecí unos segundos con el teléfono pegado a la oreja, preguntándome si Jorge se había vuelto loco. No era nada seguro moverse por cualquier ciudad del mundo, y a mi entender creía con certeza que Jorge se equivocaba. Ya no eran las posibilidades de que te reventase una bomba en las narices, Los ejércitos y policía habían tomado las calles de las principales ciudades y aunque Ferrol era una pequeña aldea comparado con Madrid, Lisboa, Berlín o Calcuta, seguramente las carreteras y autopistas estarían controladas. Cualquier malentendido en tales circunstancias, podía acabar con la vida de mi amigo con un par de tiros por la espalda.
Espere intranquilo mientras la imagen de una niña de seis años se repetía una y otra vez en todas las cadenas de televisión.
No sabía de donde era, por cual de los lugares atacados caminaba aquella pequeña de unos seis años, pero no importaba. La imagen de su cuerpo ensangrentado, deambulando sin rumbo por una calle solitaria, llena de humo y escombros, me bastaba para que se me pusiera la piel de gallina.
En un primer plano pude ver sus ojos, eran preciosos, de una azul oscuro misterioso e inocente, y repletos de una tristeza que nunca había visto.
En pocos segundos la niña se desplomó, y mientras el cámara seguía filmando, una serie de lejanas balas impactaban en su pequeño cuerpo. Una le reventó los sesos.
El reciente recuerdo de su iris regresó a mi, aquel hermoso azul se había perdido para siempre y mis ojos no aguantaron más, en un instante gotas de frustración y rabia recorrieron mis mejillas hasta perderse en un inexplicable vacío en mi corazón, un vacío que su muerte había provocado. Solo era una niña pequeña, en un lejano país. No la conocía de nada, pero con una sola mirada ya nunca conseguiría olvidarla.

viernes, noviembre 04, 2005

I- Comienzos Parte I

No podría concretar el instante en que todo comenzó. La situación se venía oliendo desde hacía años, pero he de reconocer que nunca creí que llegaría a pasar. Quizás era lo que deseaba creer, aunque mis instintos más primitivos me advirtieran de lo contrario.
Pero toda historia tiene que tener un principio, aunque sus orígenes se remonten más allá del incompleto e incierto pasado que los libros nos recuerdan. Así que antes de más desvelos comenzare esta historia, o mejor dicho, nuestra historia.

La noche estaba traviesa, juguetona con un tiempo que no se decidía entre la lluvia y el resplandor de una luna crecida. Era otoño del 2006, y por aquel entonces, las viejas tierras gallegas eran azotadas cada año con temporales de frío. La lluvia ya no era la protagonista, aunque no había dejado de caer, año tras año lo hacía con menos frecuencia.
Aquel jueves de noviembre me encontraba en casa, como de costumbre por aquella época de mi vida, en completa soledad. No es que me hubiera recluido y olvidado del mundo, era más una mala racha, una de esas épocas en las que te sientes más pequeño que un piojo.
Mi única compañía era la de una vieja tele de catorce pulgadas que de vez en cuando tenía que golpear para que no perdiera la imagen. La verdad es que la ignoraba, no me importaban esas absurdas discusiones donde ganaba quien más gritaba, pero me hacía compañía, el percibir del sonido de una voz humana aliviaba mi soledad, aunque solo fuese una sensación pasajera.
Mi concentración estaba más proyectada hacia el ordenador. Era un viejo cacharro de unos siete años de edad, totalmente obsoleto para la tecnología de aquel año, pero aun daba sus frutos y tardes enteras tengo pasado entre textos, películas y juegos, siempre y cuando no se apagara sin motivo aparente; era muy tozudo y de vez en cuando se tomaba un pequeño descanso hasta que horas después se reiniciaba completamente solo. Era tan peculiar que parecía necesitar dormir como un ser humano. A veces lo hecho de menos, aunque me he acostumbrado a vivir sin toda aquella tecnología. En realidad puedo asegurar que no es necesaria, aunque por aquel tiempo lo fuera.
Sobre las siete de la tarde, acabando una de esas interminables partidas al “Civilization III”, en las que me disponía a conquistar el mundo, un ruido ensordecedor proveniente de los altavoces de la tele torno mi atención sobresaltándome de golpe. Pálido, con el cuerpo congelado, mis ojos no dejaban de capturar las imágenes. En un segundo el móvil se lleno de mensajes, en el Chat no paraban de llegar avisos, y todos confirmaban lo que tanto había sospechado. La guerra había comenzado y ya era tarde para remediarlo.

Prólogo

Cuando me dispuse a crear esta pequeña novela virtual, en estos mismos momentos, no estaba haciendo nada. Muchos de los prólogos de autor que leo en libros, hablan de cuando yo pensé en esta historia, cuando comencé a escribir las primeras líneas de la novela. Es raro pero yo no estaba haciendo absolutamente nada. Si, muchos y muchas podréis asegurar que algo estaba haciendo, o por lo menos pensando, y lleváis razón, será que mi condición de gallego provoca en mi respuestas rápidas y reservadas, pero non tengo nada que reseñar cuando comencé a escribir la novela. Ni siquiera se como va a transcurrir. Mentiría en todo caso si digo que no tengo nada en mente, claro que lo tengo, no se puede empezar a construir una casa si no se tienen unos cimientos que sostengan los materiales, pero por el resto podré disfrutar de los acontecimientos de forma tan fresca como vosotros...y vosotras, por supuesto.
No tengo mucho más que decir, es mas, siendo más explicito no me queda nada que añadir, solo que disfrutéis de mis humildes palabras y que comentéis por que, inconscientemente, estoy seguro que también creareis este texto todas y todos.