I - Comienzos Parte III
El diminuto reloj despertador de mi cuarto marcaba las dos y media del mediodía. Habían pasado un par de horas desde la llamada de Jorge, y los medios de comunicación continuaban con el hecho más transcendente de todo nuestra historia. Nunca una noticia había sido tan cruelmente fresca. Los comunicados de última hora llegaban a las redacciones como lluvia caída de un cielo de tormenta. Todos hablaban de lo mismo, incluso los titulares variaban bien poco. Frases como: "Nuevo ataque en...", "Nueva ciudad atacada","Ataque terrorista en...". No eran muy imaginativos, pero su brevedad y contundencia acrecentaban el ambiente de pánico. En aquel momento ya eran doce las ciudades afectadas en todo el mundo. Aunque en cierta medida me sentía seguro en aquel apartado lugar, no podía evitar la sensación de que en cualquier momento, con el paso de un segundo, seríamos los siguientes.
Una serie de pitidos avisando de la llegada de un mensaje al teléfono, consiguieron sobresaltarme. Cogí el aparato con cierto enfado y mire nuevamente a la pantalla.
- ¡Siete mensajes! - Exclame a modo de reprimenda.
Comencé a leerlos uno a uno, no decían nada nuevo, nada que reseñar, eran simples avisos de lo que había ocurrido, y alguno de ellos tan obsoletos que marcaba como tres o ocho el numero de ataques.
Lancé el móvil contra el colchón, sin ganas de contestar a los mensajes, y en el preciso momento que me sentaba nuevamente en la cama el dichoso aparato empezó a canturrear su alegre melodía.
- No puede ser, no pudo llegar tan rápido. - Daba por hecho que la llamada procedía de Jorge y en un segundo me sobresaltaron mil dudas, hasta convencerme de que solo podía ser una mala noticia.
Reacio pero inmerso en la curiosidad, abrí la llamada.
- ¿Jorge?
- Breixo, soy...Breixo, no puedo hablar, Breixo...
- ¿Si?, ¿Ola?... - Desesperado, con el corazón al ritmo de timbales, continué hablando, pero ya no había nadie al otro lado, la llamada había desaparecido segundos antes.
La voz sonaba temblorosa, ahogada por el terror y en un principio no pude reconocerla, pero segundos después miles de viejos recuerdos me invadieron por completo.
- ¿Carla?
Su voz resonaba una y otra vez en mi cabeza, entremezclándose con los recuerdos. Frases casi olvidadas regresaban a mi como olas gigantes, convenciéndome de que era su voz, aquella que tanto me hizo soñar con su timbre meloso y delicado.
Hacía años que no sabía de ella, mis últimas noticias por aquel entonces eran que había decidió trasladar su vida a Londres, pero no nos llamábamos, desde hacía dos años ya nunca nos llamábamos.
Antes las cosas eran diferentes, hubo un tiempo en el que llegamos a estar muy unidos, tanto que aun recuerdo aquellos besos en las noches de verano, aquellos susurros nacidos de los sentimientos más profundos, aquellas miradas resplandecientes y tantas otras imágenes que nunca he conseguido borrar de mi mente.
He olvidado a tantas en el camino, pero a ella nunca, por mas que lo intente a lo largo de mi vida, nunca pude evitar recordarla cada día.
Nuevamente lloró mi corazón, sus palabras habían sonado a despedida y no podía soportar tal regalo del destino.
Entre lágrimas, imágenes de televisión y el ferviente deseo de abrazarla me quede dormido. Demasiadas emociones en pocas horas acabaron por agotarme.
En mis sueños apareció, radiante, más viva que nunca, y desde aquel preciso instante desee con todas mis fuerzas que fuera real.
