I- Comienzos Parte II
La periodista de los informativos, a pesar de su obligada frialdad, no podía disimular un pavor del que me hacía cómplice. Sin saber el porque, sentía que todo el mundo era participe de la misma emoción y que el miedo se apoderaba de la humanidad como una pandemia incontrolable.
Por un momento tuve el pulo de apagar cualquier medio de comunicación, empezando por la televisión, pero mi curiosidad y empatía no me lo permitían de ningún modo. Me senté en la cama y en silencio empecé a recordar las tragedias del pasado y a imaginarme un desalentador futuro.
Cualquier 11-S, cualquier bombardeo en Irak, Afganistán, Somalia, o en algún otro olvidado lugar, cualquiera de los hechos más rastreros y crueles de la historia, se quedaban a años luz de lo que estaba sucediendo.
Era el fin, y aunque rebosante de gritos y lamentos, la única respuesta que tenía era el silencio.
El teléfono móvil comenzó a sonar, la alegre melodía invadió mi cuarto. ¡Cuantas veces la había escuchado sin pensar en ella! pero ahora se había convertido en un sonido esperanzador, lleno de vida. Dubitativo mire hacia el, en la pantalla se dibujaba el nombre de Jorge, un viejo amigo al que no había visto en meses debido a que por aquel entonces cursaba estudios en la universidad de Lugo.
Guiado por mi necesidad imperiosa de comunicarme, pulse el botón de llamada y comencé a hablar.
- Hola Jorge.
- Hola tío, joder. ¿Te has enterado?
- Si, lo estoy viendo en las noticias.
Su voz, muy al contrario de la mía, sonaba alterada, nerviosa, con pequeños destellos de ira. Llevábamos años hablando de cómo caminaba el mundo y a donde nos llevarían sus pasos. Los dos estábamos de acuerdo en que las cosas no rematarían bien, y que pronto nos veríamos envueltos en la mas cruel de las guerras. Que poco nos habíamos equivocado. Incluso, en alguna ocasión, cuando el alcohol lo permitía, discutíamos sobre la fecha exacta del acontecimiento. Ahora puedo decir que ninguno de los consiguió acertar, la respuesta apareció más temprano de lo esperado.
- Dicen que no salgamos de casa, que puede haber mas ataques – afirme con cierta desesperación.
- ¿Y que cojones vamos a hacer?, ¿Quedarnos y esperar a que nos toque?
- No veo otra solución.
- Vamos Breixo, ¿Le vas a hacer caso a eses hijos de puta?
- ¿Y que quieres que haga? – pregunte alterado.
- Voy para allá.
- ¿Qué?
- Ahora mismo me marcho para Ferrol.
- Pero, deberías…
- ¡A la mierda!, no pienso encerrarme en estas cuatro paredes y esperar como una vaca en el matadero.
- Dicen que…
- Dicen que, ordenan que… ¡ya estoy arto! Esta tarde, cuando llegue te llamo, avisa a la peña, tenemos que pensar algo.
- Pe…pero…
- Venga hasta la tarde.
Un leve clic cerró la conversación. Incrédulo, permanecí unos segundos con el teléfono pegado a la oreja, preguntándome si Jorge se había vuelto loco. No era nada seguro moverse por cualquier ciudad del mundo, y a mi entender creía con certeza que Jorge se equivocaba. Ya no eran las posibilidades de que te reventase una bomba en las narices, Los ejércitos y policía habían tomado las calles de las principales ciudades y aunque Ferrol era una pequeña aldea comparado con Madrid, Lisboa, Berlín o Calcuta, seguramente las carreteras y autopistas estarían controladas. Cualquier malentendido en tales circunstancias, podía acabar con la vida de mi amigo con un par de tiros por la espalda.
Espere intranquilo mientras la imagen de una niña de seis años se repetía una y otra vez en todas las cadenas de televisión.
No sabía de donde era, por cual de los lugares atacados caminaba aquella pequeña de unos seis años, pero no importaba. La imagen de su cuerpo ensangrentado, deambulando sin rumbo por una calle solitaria, llena de humo y escombros, me bastaba para que se me pusiera la piel de gallina.
Por un momento tuve el pulo de apagar cualquier medio de comunicación, empezando por la televisión, pero mi curiosidad y empatía no me lo permitían de ningún modo. Me senté en la cama y en silencio empecé a recordar las tragedias del pasado y a imaginarme un desalentador futuro.
Cualquier 11-S, cualquier bombardeo en Irak, Afganistán, Somalia, o en algún otro olvidado lugar, cualquiera de los hechos más rastreros y crueles de la historia, se quedaban a años luz de lo que estaba sucediendo.
Era el fin, y aunque rebosante de gritos y lamentos, la única respuesta que tenía era el silencio.
El teléfono móvil comenzó a sonar, la alegre melodía invadió mi cuarto. ¡Cuantas veces la había escuchado sin pensar en ella! pero ahora se había convertido en un sonido esperanzador, lleno de vida. Dubitativo mire hacia el, en la pantalla se dibujaba el nombre de Jorge, un viejo amigo al que no había visto en meses debido a que por aquel entonces cursaba estudios en la universidad de Lugo.
Guiado por mi necesidad imperiosa de comunicarme, pulse el botón de llamada y comencé a hablar.
- Hola Jorge.
- Hola tío, joder. ¿Te has enterado?
- Si, lo estoy viendo en las noticias.
Su voz, muy al contrario de la mía, sonaba alterada, nerviosa, con pequeños destellos de ira. Llevábamos años hablando de cómo caminaba el mundo y a donde nos llevarían sus pasos. Los dos estábamos de acuerdo en que las cosas no rematarían bien, y que pronto nos veríamos envueltos en la mas cruel de las guerras. Que poco nos habíamos equivocado. Incluso, en alguna ocasión, cuando el alcohol lo permitía, discutíamos sobre la fecha exacta del acontecimiento. Ahora puedo decir que ninguno de los consiguió acertar, la respuesta apareció más temprano de lo esperado.
- Dicen que no salgamos de casa, que puede haber mas ataques – afirme con cierta desesperación.
- ¿Y que cojones vamos a hacer?, ¿Quedarnos y esperar a que nos toque?
- No veo otra solución.
- Vamos Breixo, ¿Le vas a hacer caso a eses hijos de puta?
- ¿Y que quieres que haga? – pregunte alterado.
- Voy para allá.
- ¿Qué?
- Ahora mismo me marcho para Ferrol.
- Pero, deberías…
- ¡A la mierda!, no pienso encerrarme en estas cuatro paredes y esperar como una vaca en el matadero.
- Dicen que…
- Dicen que, ordenan que… ¡ya estoy arto! Esta tarde, cuando llegue te llamo, avisa a la peña, tenemos que pensar algo.
- Pe…pero…
- Venga hasta la tarde.
Un leve clic cerró la conversación. Incrédulo, permanecí unos segundos con el teléfono pegado a la oreja, preguntándome si Jorge se había vuelto loco. No era nada seguro moverse por cualquier ciudad del mundo, y a mi entender creía con certeza que Jorge se equivocaba. Ya no eran las posibilidades de que te reventase una bomba en las narices, Los ejércitos y policía habían tomado las calles de las principales ciudades y aunque Ferrol era una pequeña aldea comparado con Madrid, Lisboa, Berlín o Calcuta, seguramente las carreteras y autopistas estarían controladas. Cualquier malentendido en tales circunstancias, podía acabar con la vida de mi amigo con un par de tiros por la espalda.
Espere intranquilo mientras la imagen de una niña de seis años se repetía una y otra vez en todas las cadenas de televisión.
No sabía de donde era, por cual de los lugares atacados caminaba aquella pequeña de unos seis años, pero no importaba. La imagen de su cuerpo ensangrentado, deambulando sin rumbo por una calle solitaria, llena de humo y escombros, me bastaba para que se me pusiera la piel de gallina.
En un primer plano pude ver sus ojos, eran preciosos, de una azul oscuro misterioso e inocente, y repletos de una tristeza que nunca había visto.
En pocos segundos la niña se desplomó, y mientras el cámara seguía filmando, una serie de lejanas balas impactaban en su pequeño cuerpo. Una le reventó los sesos.
El reciente recuerdo de su iris regresó a mi, aquel hermoso azul se había perdido para siempre y mis ojos no aguantaron más, en un instante gotas de frustración y rabia recorrieron mis mejillas hasta perderse en un inexplicable vacío en mi corazón, un vacío que su muerte había provocado. Solo era una niña pequeña, en un lejano país. No la conocía de nada, pero con una sola mirada ya nunca conseguiría olvidarla.
En pocos segundos la niña se desplomó, y mientras el cámara seguía filmando, una serie de lejanas balas impactaban en su pequeño cuerpo. Una le reventó los sesos.
El reciente recuerdo de su iris regresó a mi, aquel hermoso azul se había perdido para siempre y mis ojos no aguantaron más, en un instante gotas de frustración y rabia recorrieron mis mejillas hasta perderse en un inexplicable vacío en mi corazón, un vacío que su muerte había provocado. Solo era una niña pequeña, en un lejano país. No la conocía de nada, pero con una sola mirada ya nunca conseguiría olvidarla.

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